Cuando acostumbraba seguir la costumbre omnívora, me
desagradaron mucho unas dos ocasiones en que comí codorniz. ¿Por qué? Porque se
le veía la forma de su cuerpo pero con cabeza, un pollito sin cabeza sobre el
plato. Se veía tal cual lo que era: un animal, un ser vivo ahora muerto.
Anteayer leí un comentario de una persona diciendo que las
personas disfrutaban la carne sólo cuando esta perdía su relación con lo que
era, con el cuerpo de un ser vivo. Cuando la desligaban de eso y sólo estando
cocida, ya sin su color original, sin su olor original y sí con el disfraz de
las especias y demás alimentos era que realmente se disfrutaba su sabor.
Por eso me daba mucha tristeza esa avecilla en mi plato, porque casi podía verla caminar y bañarse en la tierra luego de haberse comido unos gusanitos de ahí mismo.
No cabe duda de que dejar atrás esa costumbre es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario