lunes, 11 de febrero de 2013

Cero aretes


Tenía la idea de dejar de usar aretes pero no me creía capaz de lograrlo, por vanidad, obviamente. Por hábito también.

Cuando olvidaba ponérmelos casi gritaba: ¡Me quiero volver chango! Así que me tenía que regresar a casa a  colgármelos porque me sentía desnuda, débil, vulnerable, cachetona, niño.

Uno de esos días de olvido simplemente no me importó y seguí mi camino. Al día siguiente pensé que si había logrado sobrevivir bajo tal circunstancia no me podría pasar nada grave en ese momento presente por lo que ignoré a mi ego y me fui.

Hoy ya no sé cuánto tiempo llevo sin usar aretes por lo que ya va siendo tiempo de regalar o vender mis accesorios orejeros. Hace dos noches vi la caja en donde los guardo y comencé a idear cuál de esas dos sería la mejor opción. No sé si mi decisión de ya no usarlos sea lo suficientemente fuerte como para atreverme a deshacerme por completo de ellos pero debo alejarlos de mí para tener más clara mi postura respecto a ese tema.

Sin más, hasta luego.

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